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Artículos año 2010
Los pueblos, al igual que les sucede a muchas personas, generan su peculiar aroma fruto de la mezcla espontánea de sus numerosos efluvios que pasan a la atmósfera. De este modo configuran una de sus notas de identidad y sirve para que sus habitantes y sus visitantes lo asocien como una de sus características. Alcázar de San Juan, durante todo el siglo XX, quedó impregnado del penetrante olor de la brea, esa sustancia viscosa de color rojo oscuro que se obtiene haciendo destilar al fuego la madera de varios árboles de la clase de las coníferas o por destilación de la hulla y que, tradicionalmente embadurnaba las traviesas que soportaban las vías del tren que, asociada a los restos del carbón de la combustión de las máquinas del ferrocarril, proporcionaba un peculiar envoltorio aromático a la población. A lo largo de muchos años también se mezclaron con esos nauseabundos olores procedentes de La Veguilla, cuando ésta recogía los vertidos sin depurar de las alcantarillas urbanas y aún cuando, canalizados en dirección a los ríos, atravesaban la vega del Mamello y otros parajes cercanos, esparciendo sus contaminadas partículas desagradablemente olorosas. Sin embargo, el olor peculiar de Alcázar es férreo, transmite la gris sustancia del polvo metalizado que evoca fraguas y soldaduras, raíles de tren y vías muertas, oxidaciones que avanzan herrumbrosas sobre el metal y, de pronto, al paso fulgurante de las composiciones ferroviarias, adquieren una pátina de brillo efímeramente destelleante. A pesar de las calderas apagadas y los depósitos de los ténder vacíos de agua, a pesar de que los talleres hace tiempo que no ajustan piezas sobre las estructuras de los vagones, ni que en Los Devis se reparan con soldaduras las heridas viajeras de los vagones de rápidos, expresos y mercancías... esas barriadas, ahora pobladas de nuevas gentes con distintos horizontes, además de las tradicionalmente habitadas por ferroviarios: la de San Luis, las Casas de la Renfe, la zona del Polígono Industrial cercana a las vías, los alrededores de la estación, en todas ellas y en oleadas nunca suficientemente explicables, en el aire de Alcázar de San Juan sigue habiendo un peculiar y penetrante aroma de brea. |
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