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Artículos año 2010
Cualquiera adivina el arraigo de ciertas aficiones que uno tiene, pero está claro que ésta de coger espárragos se la debo, sin duda, a mi padre y sus amigos, quienes después de abandonar la práctica profesional del fútbol, buscaron otras formas de entretenimiento durante el ocio dominguero, especialmente en la época privameral que permite su recolección. No podemos olvidar la expresión de “los de abril para mí, los de mayo para mi amo, los de junio… para el culo” que hace referencia a los mejores momentos de su recogida aún a costa de las variables climáticas que todo lo alteran. Y es que buscar espárragos tiene mucho de juego y similitud con el propio fútbol, salvando todas las distancias metafóricas. Hay que buscar el terreno adecuado, distinguir las esparragueras entre otras muchas especies de la flora y tener la mirada predispuesta para discriminar el espárrago entre los múltiples brotes que aparecen en su entorno. A veces, con tal similitud, que nuestra propia visión cae en la trampa o en la ilusión óptica de la confusión con la consiguiente decepción. Por eso requiere de paciencia, de tranquilidad, de perseverancia y resistencia a la frustración que permita superar incluso la posibilidad de volverte de vacío si las circunstancias no son favorables. Valores todos ellos muy cercanos a los necesarios para la práctica del deporte futbolístico. Recuerdo de niño las salidas del grupo de amigos de mi padre con Jovito, Garrido, Gómez, Pitena… al principio a bordo de sus “mosquitos”, aquellos ciclomotores rudimentarios de los años sesenta, pues curiosamente ninguno poseía carnet de coche, para llegar hasta El Candil, la Cañada de Guerra, Villacentenos o el monte bajo de Marañón, zonas todas ellas pobladas de encinas y olivares, cuando la agricultura aún no había roturado de forma intensiva los campos, y la fuerza de los tractores estaba iniciándose. Los espárragos brotaban de entre los trigales al cobijo de olivos y encinas y las lomas de la sierras eran un paraíso para su exploración. Más tarde a la cuadrilla se unió un auténtico fuera de serie, Camilo Martinez, quien procedente de Iznatoraf, esa población aupada en lo alto de la sierra jiennense desde la que se divisa todo un Parque Natural, y que le permitió adiestrarse en el conocimiento de toda la flora serreña y entre ella, los espárragos que conocía y recolectaba como nadie. Sus batidas por las cercanas sierras de Herencia fueron memorables y en más de una ocasión paralizaron a los transeúntes en la Plaza de España de Alcázar al mostrar el botín esparragueril acumulado en el maletero del coche. Ahora, mientras disfruto de una tarde de búsqueda y captura por las sierras de Segura y las Villas, entre Orcera, Benatae y Siles, cercano a las generosas acequias y regueros naturales que las abundantes lluvias invernales han dejado, recuerdo con agrado este otro legado de nuestros antecesores y les rindo el homenaje de seguir sus pasos con los valores que conlleva esta tarea, esta afición. Al final, el manojo envuelto en un paño húmedo para conservar sus cualidades y la tierna textura de sus tallos, es la mejor ofrenda que ahora podemos mostrarles como prueba de que en ello también tienen su continuidad. ¡Va por ellos! Justo López Carreño. Abril de 2010. |
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