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Artículos año 2008
Como madridista, y dadas las actuales circunstancias por las que atraviesa el primer equipo de fútbol, fue estimulante y enriquecedor conocer de primera mano la batería de preguntas a las que se sometió al primer mandatario blanco por parte de aficionados, de un grupo de escolares de un centro de Madrid y de una representación de la prensa especializada, entre los que se encontraban, entre otros, Alfredo Relaño, director del diario As, que actuó de moderador, Tomás Roncero, nuestro entrañable paisano, José Angel de la Casa, también manchego, el veterano Miguel Ors, que abrió el fuego de las intervenciones, Enrique Ortego, José Sámano, de El País, etc., y luego, dos socios compromisarios, que lanzaron unos reproches ácidos al juego del equipo, exigiendo intervención urgente de los dirigentes. Calderón, en todo momento se limitó a mantener sus principios de no ingerencia en asuntos deportivos y a resaltar la buena marcha económica y de logros sociales que llevan tiempo moldeando el estilo y la línea de la sociedad. Me pareció una persona cercana y accesible, correcta al encajar las preguntas y al tratar de responderlas. En ningún momento hizo gala de ser víctima de esa campaña de “acoso y derribo” que según Pedro Ferrándiz, en su presentación, se ha desatado en torno a su figura. Mi impresión, en definitiva, es que todo hay que entenderlo en el conjunto de los contextos en los que se producen y escuchando la totalidad de las argumentaciones, no sólo los titulares o textos sesgados que frecuentemente nos presentan los medios de comunicación. Por tanto, yo le otorgo, como compareciente de este foro público y abierto, un notable en su intervención y me alegro de haberlo podido saludar y fotografiarme con él, pues es el segundo presidente de la entidad blanca, después de Bernabéu, del que conservaré su saludo, sus palabras y la foto en la que afectuosamente posa su mano sobre mi hombro. Pero siguiendo con ilustres madridistas, la obra gestada por Pedro Ferrándiz y sus colaboradores en la Fundación que lleva su nombre no tiene parangón y es un auténtico templo del baloncesto por la memoria que, en diversos formatos, conserva entre sus muros. Alcobendas ha sabido anticiparse como municipio a lo que sería un privilegio para muchas otras ciudades de mayor población y rango. Su edificio, Borislav Stankovic, en honor del Secretario General de la FIBA durante 26 años, es una muestra de gratitud y reconocimiento a la memoria de un deporte que se gestó en nuestro país casi al compás del pasado siglo XX y que ha ido creciendo hasta ser uno de los más seguidos y arraigados en todo el ámbito mundial. En el museo se pueden ver colecciones de medallas conmemorativas, material baloncestístico en su evolución temporal (balones, botas, protectores, etc.), camisetas de eventos o de jugadores míticos, fotografías de un sinfín de situaciones reales y del mundo de la alta competición… y todas sus galerías, además de una sala propia, engalanadas con obras de arte alusivas al deporte de la canasta. Como guinda de este coleccionismo, la biblioteca “Samaranch”, única en el mundo en volúmenes temáticos sobre baloncesto, y paraíso de obligada visita para estudiosos, investigadores y curiosos de todo lo relacionado con el referido deporte. Tuve la suerte, además de ser obsequiado con varios ejemplares editados en conmemoración de los grandes torneos: Olimpiadas, Copas de Europa, Trofeos de Navidad del Real Madrid, Copa de España, etc., que vienen a resumir y refrescarme aquellos años de infancia y juventud en los que miles de chavales de nuestra época unimos a la afición futbolística, esta otra modalidad de origen americano, que, a golpes de Coca-Cola y mini-basquet en los recreos escolares, fue calando en nuestro imaginario de gozos y aspiraciones deportivas. Serán pocos los compañeros de aquella etapa que no hayamos jugado, con más o menos brillantez y continuidad, al baloncesto. Finalmente por la tarde y a escasos kilómetros de la capital, en la barriada vallecana de Santa Eugenia, tuve la nueva oportunidad de darme otro baño de coleccionismo en estado puro. Se trata de mi entrañable primo Ricardo Carreño, posiblemente el mayor coleccionista europeo en materia ciclista y un auténtico fenómeno del arte de recuperar objetos en multitud de facetas. Por ceñirme a lo más significativo, Ricardo acumula, en sus peculiares “trastiendas”, la mayor cantidad de álbumes relacionados con el deporte de la bicicleta que pueda imaginarse: desde cromos troquelados de finales del siglo XIX, medallas de campeones, maillots dedicados por sus portadores en las grandes citas, corbatas conmemorativas, alfileteros, colgantes, insignias, juegos de mesa e infantiles alusivos al ciclismo, piezas sueltas de bicicleta de diferentes épocas (cambios, desviadores, bujes, frenos, zapatas, llantas –algunas de madera-, bidones, linternas, etc.), más de veinte bicicletas de distintas épocas y características, que está restaurando personalmente con una paciencia y esmero únicas, pasando por el amplio abanico de material impreso: prensa, libros, fotografías, posters, carteles oficiales, todo ello incluyendo colecciones completas de revistas especializadas sobre el tema. En suma todo un conjunto de materiales que darían lugar a uno de los mejores museos temáticos de la especialidad para cualquier lugar del mundo que lo deseara. ¿Lo veremos alguna vez siendo realidad? Yo le comento siempre que una de mis ilusiones sería conseguir que Alcázar reuniera en un edificio, aunque fuera en las salas auxiliares de su futuro macropabellón, una muestra de estas colecciones debidamente gestionadas. Pero lo más curioso es que ahí no acaba su afán coleccionista, ni su pretencioso deseo de recuperar objetos aparentemente inútiles. Su dedicación casi compulsiva a este mundillo le ha llevado a conseguir y recuperar objetos tan triviales como simbólicos de nuestro pasado como puedan ser algunos juegos (trompos, ruletes, canicas, etc.), lapiceros, abrecartas, ceniceros, papel secante, facturas, etiquetas, emblemas, todos ellos de marcas comerciales con indicación de la época y un magnífico conjunto de fotografías antiguas, especialmente de Alcázar de San Juan, postales de época, monedas, billetes, camafeos, cajas decoradas con taracea, y, hasta piedras o adoquines de determinadas fases de desarrollo urbano. Pero si me llamó la atención una parcela de todo este elenco fue el de objetos relacionados con la 2ª República Española, de la que reúne pañuelos, fotografías, documentos, carnets, billetes de distintos momentos, tabaco sin desprecintar, sellos de lacre, así como cualquier material que sea portador de alguno de los símbolos y alegorías republicanos. Su apasionada labor de recopilación y restauración de esta ingente cantidad de objetos me hacen pensar que las grandes obras han de acometerse con un punto de locura, sin la cual estas empresas, vistas desde la objetividad de quien cumple con su trabajo y su ocio de forma habitual, no tienen sentido o resultan incomprensibles. Volví lleno de emoción y de conocimiento, embelesado por tanto objeto digno de ser ensalzado por lo que supuso o representó, y, asombrado admirativamente por las personas que, como Ferrándiz o Ricardo, han sido capaces de ver y hacer de los pequeños objetos nuestro mejor espejo de lo que ha sido parte esencial en nuestras vidas. @ Justo López Carreño. Diciembre 2008. |
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