Artículos año 2008 AGUSTIN

Como en una inesperada cosecha de afecto y reconocimiento, mi amistad con Agustín, antiguo alumno en Herencia, es un premio moral de honda satisfacción que compensa algunas de las ingratitudes de esta profesión.
El paso del tiempo nos une en el recuerdo junto al paisaje de la sierra herenciana y a la común afición por pedalear por estos parajes nuestros que tantos recuerdos proporcionan y tan distintas miradas producen al paso de los años.
Así, en esta mañana del sábado nos aventuramos por el camino hacia la sierra desde el barrio de San Antón pasando por las antiguas vaquerías y huertas para ir adentrándonos al pie de la Copa en los Pozos del Agua que ahora comparte protagonismo con la Virgen de la Cabeza, de reciente y sorpresiva implantación ermitaña y con el más veterano San Isidro que parece haber sido postergado a un segundo plano.
La densa niebla de la mañana no nos permitía contemplar las vistas que Agustín trataba de describirme: la pared del frontón, que da nombre a esa parte de la sierra, las oquedades en las que habitaba un buho real de grandes dimensiones y catalogado por la S.E.O., como también la profunda cicatriz que el paso de las nuevas tuberías de gas va dejando en las entrañas de la tierra.
Continuamos en dirección a Villarta y aprovechando el paso por la Rendija, ese corte profundo en la roca que algún poeta ha llamado “vulva iniciática por la que entramos a un seno de vagina complaciente”, me refirió entre sus evocaciones un día de excursión en el que les hablé de la necesidad de llevar una bolsa para recoger los desperdicios de la comida. Era su primera toma de conciencia en defensa del medio ambiente y aún recuerda las mofas y carcajadas que provocaron en algunos compañeros aquellos consejos.
Tras hacernos una primera foto en el cruce caminos que nos orientaba hacia la finca de la Bachilleras llegamos a la misma por el deseo de Agustín de mostrarme las caleras. Se trata de unos pozos artificiales a modo de hornos creados en aquella zona para aprovechar la existencia de la abundante piedra caliza y convertirla en cal provocando su fundición por el calor obtenido de la quema de masiega, maraña y enebro además de los restos de olivos y otras plantas autóctonas.
Con el sabor de este paraje con restos de antiguas quinterías de un pasado agrícola en declive que se resisten a desaparecer relegados por el avance de la maquinaria y otros progresos, volvimos a Herencia por la carretera que viene de Villarta y bordea la sierra por la cara antagónica a la que habíamos traído. Y entre nuevas conversaciones en las que volvimos a coincidir por nuestro gusto común hacia los paisajes cántabros como lugar para el descanso y la evasión, llegamos a de nuevo al punto de origen y nos despedimos con el compromiso de encontrarnos en otra nueva salida.

Justo López Carreño
Herencia a 26 de Enero de 2008

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