Alcázar en mi memoria

                II
Calle de los alterones
con aromas de una fragua.
Plaza de la Inmaculada
con fuente pero sin agua,
suelo lleno de monedas
de gentes desconfiadas
que apuestan por pedir siempre
sin ofrecer nunca nada
a ese Dios de los milagros
que todo lo regalaba.




Calle de la Independencia
con su tahona de pan
que hace la señora Petra,
adoquinada de siempre
con piedras de azul metal,
salida obligada entonces
para dejar la ciudad,
para llevar a los muertos
al cementerio a enterrar
para llegar a las eras
si era tiempo de trillar
para ir hacia Ruidera
cuando el calor apretaba
en los veranos calientes
de la Mancha sudorosa
de rastrojos, botijo y siesta.



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