Artículos año 2007 En recuerdo de Isidro Parra

Isidro, “el tiempo, siguiendo su antipática costumbre, va pasando…”, sin embargo, para quienes te conocimos, para quienes viniste a traer ese despertar a la sensibilidad que de modo tan sencillo pero tan profundo transmitías, tu recuerdo siempre será un referente inolvidable.

Especialmente tu figura quedará ligada, para un amplio grupo de mi generación, a tu primera exposición individual en Alcázar que organizó la Asociación Cultural “Abrego” allá por los meses de junio y julio de 1979 teniendo como marco el Torreón de D. Juan de Austria, en pleno epicentro del barrio de Santa María, al que tan vinculado te has sentido siempre.

Han pasado casi treinta años y aún permanecen vivos los gestos parsimoniosos de tu manera de comentar las cosas, tu permanente espíritu de observación de la realidad, de nuestra entonces adormecida realidad en tantos terrenos, pero especialmente en la pintura, a la que dedicaste tu tiempo “siempre trabajando y hurgando en el intrincado y hermoso Arte pictórico”.

Venías de exponer en la Galería Rayuela de Madrid ese mismo año y ya solamente el díptico informativo en ese papel sepia, como de embalar paquetes, supuso una novedad estimulante, creativa, largamente imitada con posterioridad en multitud de ocasiones y eventos. Pero sobre todo fueron tus formas, tu humilde modo de contemplar lo que nos rodea, que además se hace revelador como la propia etimología del término, es el humus fertilizante que sustenta nuevas posibilidades de crecimiento si se saben cultivar. Y todo aquello nos contagió durante mucho tiempo para seguir dedicándonos al quehacer cultural, cada cual desde sus posibilidades y condiciones, desde su propia manera de entenderlo.

Y nos enseñaste a amar Los Anchos con tu limpia mirada sobre los tonos rojizos y su espectro cromático, grave paisaje de nuestro campo, de luz cambiante a cada paso, cada estación, cada mes nuevo que cada hora se va tornando. Y de la mano de Lauro Olmo pudimos contemplar tu ya extensa trayectoria vital y profesional en ese libro de la colección maniluvios, de igual título que el referido paisaje y donde quedan reflejados muchos de tus pensamientos y sentimientos sobre lo que nos rodea, especialmente la visión de la tierra en la hora crepuscular: “durante el crepúsculo, las cosas alcanzan su máxima importancia”. Los Anchos, “tierra y cielo, fundidos por esa inmensa fragua en la que nada acaba ni nada empieza: en la que todo es”.

Allí están también algunas de tus notas manuscritas e impresas y están también Manoli y el perro Yoky, que tanto tiempo fue un fiel compañero y del que recuerdo sus correrías por la sierra de Herencia cuando nos acompañaste en una ocasión mientras buscábamos espárragos.

Y varias veces perdiste y recuperaste la salud como la célebre “baraja de Almagro”. Siempre pendiente de volver a encontrar una nueva ocasión para compartir amistad y “jugo de garnacha”, como me decías en la última carta que me enviaste hace ya algún tiempo. Ahora me queda la insatisfacción de no haber podido enseñarte el libro sobre mi padre, por el que mostraste vivo interés cuando supiste que aparecías en una foto escolar de la Escuela del Pasaje junto a tu hermano, el resto del grupo y el maestro D. José, del que decías que te enseñó artes navales, taxidermia y otras cosas. Pero, al fin, nos queda el grato recuerdo de haber gozado de tu amistad, de que te hayas cruzado en el camino de nuestra vida dejando tu inolvidable impronta que perdura.

Justo López Carreño
Alcázar de San Juan, 3 de Junio de 2007

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