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Santiago Ramos Plaza![]() Si algo he valorado en Santiago, desde que lo conocí más directamente como compañeros en la aventura de La Veleta del Sastre, es su profunda vivencia del mundo poético del que se siente una viva encarnación. Desde que comenzó a editar su obra, he tenido la fortuna de seguirle los pasos y la tengo casi toda y además dedicada en la mayoría de los libros. También es merecedor de elogio su apego a nuestro pueblo, sus gentes y sus costumbres, que procura reflejar con su prosa cercana y afectiva además de participar activamente en cuantos actos le permiten su tiempo y sus ganas. Para introducir la breve antología de textos que van a continuación voy a transcribir una de las dedicatorias que nos dejó manuscritas a Pepy, mi mujer, y a mí, en una visita a nuestra casa en la Avenida de Criptana, desplegando sus lápices de colores y envolviéndonos en el aroma del tabaco de su pipa, mientras tomábamos un vino gustosamente. AVENIDA DE CRIPTANA Canción para Justo López Carreño y su mujercica con motivo del Año Nuevo de 1997. La avenida de Criptana cerraba el paso a nivel. la avenida de Criptaza con el pi-fa-fa del tren. La cola de camiones de piedra llegaba a ser hasta que la campanilla alzaba la barra en pie. A lo largo de las vías - paseos con terraplén – los mercancías cargaban la tos ferina a granel. A la caseta de agujas y al guarda, como un papel, los envolvía en su trenza el humo largo del tren. Y los domingos en fila, la gente venía a ver pasar a los viajeros, sin mejor cosa que hacer. La avenida de Criptana, que adoquinara el ayer, ha muerto como un suicida bajo las ruedas del tren. Hecho en Madrid, el día 18 de Enero de 1996 Con mucho afecto, Santiago. XI La nieve de Navidad como el circo viene al año tan solamente una vez. La nieve titiritera que en mi calle va a ofrecer su función igual de larga que las noches de este mes. Gateará por el tejado, saltará al balcón de pie, y patinará en los cables recorriendo la pared. Y en el suelo de la calle se echará el amanecer, cansada como un rebaño de comer y de beber. La nieve sin Navidad de sobra sé que helaría mi calle al anochecer. (De “La navidad de la calle Torres En veinte estampas”. 1992). LOS GLOBOS En los globos de la feria nos vamos hacia otros pueblos. Mi niña en un globo rosa, yo en el más grande que veo. Los han soltado en la plaza que soplan los cuatro vientos. También le agrada a los globos cambiar de camino un tiempo. Hay de todos los colores; nadie quiere un globo negro. Y, además, la feria pinta sólo colores de ensueño. Mi niña y yo vamos juntos para ninguno perdernos. Mi niña y yo de la mano con los globos pregoneros. Los que en los campos faenan, los que viven bajo techo, se enterarán que la feria sus puertas de luz ha abierto. Y esta noche, ya de vuelta, a los niños forasteros, nuestros globos del viaje y mucho más les daremos. (De “De poeta por la feria”, 1991). CALLE DE SAN JUAN (1957) No me da vergüenza. Decir que al atardecer venía desde la escuela a emborracharme a esta calle, no me da vergüenza. "¡Borrachuzo! ¡Borrachuzo!", gritaba mi sombra negra en el espejo del suelo de una acera a la otra acera. Pero no me sonrojaba oyendo su cantinela. En mis borracheras nada tuvieron que ver el vino y el licor de las tabernas. Era la cal, su blancura, que me liaba una venda por cada casa en los ojos, no el alcohol de las botellas. Hasta que desorientado como gallinica ciega, mi cuerpo se desplomaba en un espacio cualquiera de esta calle iluminada por el sol de la calera. (De “Alcázar de mis cenizas”,2002). En 1999 publicó Santiago el libro “En el cuarto cerrado del amor”, editado por seuBa ediciones, prologado por José Corredor y perteneciente a la colección El Juglar y la Luna. Santiago me obsequió con esta dedicatoria manuscrita: A mi amigo Justo López, que fue el primero que me animó a completar los sonetos de este libro, después de darle a leer los primeros compuestos. también, por añadidura, a su mujer, Pepi. En Alcázar a seis de diciembre de 1999, con mucho afecto. Santiago Ramos. 17 La mujer soy que temo que me dejen como si fuera un cuarto de invitados. mujer de ademanes delicados, la de abrazos que amor risueño tejen. He querido que muchos me cortejen, que me ciñan sentados y acostados; que se vayan y vuelvan encantados, que uno a uno, o en grupos, no se alejen. Pero el tiempo es amargo en mi dulzura, contrario en mi alegría y mi belleza; el tiempo es mi enemigo y es más fuerte. Y tantos que postraron su figura ante mí, ya me trenzan sin tristeza la corona con cintas de mi muerte. 45 El viejo amor de la infidelidad se levantó contento esta mañana. Mira al balcón y mira a la ventana, hasta hallar la pareja de su edad. El hombre necesita caridad, su esposa es una roca de desgana. La mujer que ha encontrado es fiera humana que al marido se come de verdad. Y el amor a su cuarto se los lleva, después que en un café se han remirado. Se besan, se desnudan, se aparean, y felices los dos, ven cómo nieva copos el corazón en su cercado de alambre y tablas que se tambalean. LUNA LLENA Por las tejas del pretil asoma la luna llena. La torre como es más alta s e cree que puede cogerla y a punto está de caer cuando remueve sus piedras. Los frailes con el armonio le cantan en su azotea las canciones populares que a los niños les enseñan, por si las quiere aprender en los bancos de la escuela. Doña Acacia en el recreo estira las ramas viejas y las apunta a la luna para enredarla y traerla. Y yo con la palmatoria encendida en una mesa le muestro la mecedora que quiero estrenar con ella. Pero la luna callada, asciende sin dar respuesta a Doña Acacia, a la torre, a los frailes y a mi espera, tal si fuéramos fantasmas de los que huyendo se aleja. (De “Al aire de Doña Acacia”, 2001). VELETA INFANTIL Mi niña pinta veletas con lápices de colores. La mayor es la muñeca que más tira y que más coge. La más pequeña un ratón con su rabo y su bigote. Pero las hay de una casa, de un sol con sus resplandores, de la luna que sonríe, de un vestidillo de flores, sin que falte la que cruza con su flecha corazones. Mi niña pinta veletas con lápices de colores, a los que saco una punta que en seguida se le rompe. Yo prefiero la que tiene en mayúsculas su nombre. En ella recorro en sueños el mundo todas las noches. Cuando mi niña no pinte sus veletas de colores, ¡qué largas que van a ser mis horas de cada noche! (De “Las veletas”, 2005). |
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