Artículos año 2021 CUENCA


Ha sido la primera salida de este 2021, segundo de pandemia, cuando parece que estamos viendo la luz al final del túnel. Cuenca ha sido un destino amable porque ofrece varios atractivos que nos resultaban motivadores. El primero es la cercanía, dado que no pasa de las dos horas haciendo un viaje cómodo y sin aceleraciones innecesarias. Segundo porque permite deambular por terreno urbano sin perder sus cercanos y atractivos parajes ambientales conformados por las hoces de sus ríos Júcar y Huécar que le otorgan un valor añadido, y tercero, porque siempre se pueden descubrir rincones, perspectivas o lugares que desconocíamos o nos pasaron desapercibidos en visitas anteriores, como así ha sido.

Guiados por la tecnología GPS de nuestros dispositivos, el punto de entrada nos situó ante la iglesia de la Virgen de la Luz, patrona de la ciudad, a escasos metros del puente de San Antón, desde el que ya se divisa un espectacular salto de agua del río Júcar y abre un mosaico de perspectivas de lo que viene a ser el paisaje conquense. Sin agobio para aparcar cómodamente nuestro coche, continuamos a pie subiendo en dirección al centro histórico de la población para recibir un plano en la Oficina de Turismo y la referencia para llegar al objetivo propuesto de visitar la Fundación Antonio Pérez situada en el antiguo Convento de las Carmelitas Descalzas. Siempre es bueno marcarse un motivo para la salida aún cuando este se vea anulado por otros alicientes inesperados.

El paseo hacia el mencionado Convento fue una sucesión de callejuelas intrincadas, pasadizos, miradores y balcones que cuelgan hacia las hoces, que no teníamos en nuestra memoria, pues nos resultaron como esos rincones toledanos que se prestan al misterio y a la confusión, cuando no se tiene una buena orientación. Nos encontramos una Cuenca limpia y aseada, escasa de público, como corresponde a la situación pandémica que vivimos pero afortunada de poder ser recorrida en magníficas condiciones.

Una breve parada en el trazado nos permitió conocer la leyenda del Cristo del Pasadizo a escasos metros del Convento al que nos dirigíamos. Se trata de una historia de amor con final trágico en el que la amada tiene que guardar fidelidad a su novio, que ha marchado a la guerra, pero, como tantas veces, no logra aguantar la espera y la situación se enreda entre el nuevo amante y el anterior, que por fin regresa, dando lugar a la muerte de ambos en un intento de recuperar a su amada, quien finalmente decide ingresar en un convento para expiar la indirecta culpa de haber provocado la muerte de sus pretendientes. Leyenda, pues, que no por recurrente en diversas versiones, deja de tener su encanto por el lugar y los modos en que se desarrolla.

La Fundación Antonio Pérez nos deparó una visita mucho más intensa y amplia de lo previsto, pues contiene diversas colecciones de arte contemporáneo de una calidad y aportación sorprendentes. En ella están los más importantes artistas del grupo El Paso como Millares, Canogar, Antonio Saura, Feito… y un amplio elenco de otros que no les van a la zaga pese a ser menos conocidos. Todo ello en el marco de un convento de Carmelitas cuyo suelo de barro cocido, rojizo y brillante, refleja el valor de una restauración que ha merecido la pena. Además, de forma temporal y como reclamo para la visita pudimos ver la llamada “Agregue y Devuelva” de las colecciones donadas al MIDE-CIANT que incluye todo tipo de Arte Postal, podemos encontrar desde tarjetas postales y sobres de artista, sellos de artista, collages, tampografías, copy art, hasta arte digital, objetos, poesía visual, grabados, dibujos, libros de artista, ediciones, fanzines, revistas ensambladas, material audiovisual y una gran cantidad de documentación sobre artistas y el propio movimiento de Mail Art, sin olvidar decenas de catálogos auto editados e información sobre convocatorias nacionales e internacionales que le han dado forma y vida, escapando de los circuitos oficiales durante últimas décadas.

Resultó una visita excesiva para su contemplación en un solo rato, como suele ser habitual en este tipo de exposiciones. Pero es lo que tiene el arte para los profanos que contactamos fugazmente con sus representaciones y desconectamos a continuación de las mismas hasta la siguiente muestra.

Era obligado, pues, desconectar de las muestras artísticas y recorrer de nuevo el centro urbano para, ahora sí, tomar un vino plácidamente a la sombra de la catedral, con la contemplación de los arcos del consistorio y el deambular de un turismo escaso, pobre y tímido que aún no se atreve a romper la barrera psicológica del posible contagio.

Los lugares de restauración se muestran acechantes de los posibles clientes y esa oferta hay que aprovecharla en lo positivo aunque los precios se mantengan en una frontera asequible. Probamos el ajo arriero tradicional en una versión bastante apetitosa y luego tomamos un café en el siempre agradable escenario del parador de turismo que permite un lujo efímero pero satisfactorio.

De regreso tomamos otra ruta diferente para aprovechar una nueva autovía construida en periodo reciente y que tiene su enlace para nuestra zona en Carrascosa del Campo tras pasar el puerto de Cabrejas, hito ciclista de una salida en el lejano verano de 1987, cuando iniciábamos estas salidas en un grupo de inexpertos amigos que luego cumplimos veinticinco años pedaleando juntos unos días cada año.

Las arquivoltas del pórtico de la iglesia de Carrascosa son dignas de ser contempladas aunque el resto del templo permanecía cerrado, como era de esperar en día laborable y a la hora de nuestro paso. Más adelante otra sorpresa al llegar a las Casas de Luján, un paraje natural bañado por el río Gigüela, que lleva abundante agua a esas alturas de su curso antes de perderla no sabemos muy bien dónde ni por qué. Nada que ver con aquella imagen de venta cutre y rancia, asediada por un ejército de moscas insufribles y un menú de supervivencia como única oferta para reponer fuerzas en nuestra salida de aquel lejano año. Si bien es cierto que ahora el lugar se encontraba en pleno proceso de puesta en marcha para la celebración de próximos eventos y no pudimos disfrutar ni de una mísera botella de agua al estar cerrado el servicio.

Dejando a un lado las magníficas ruinas romanas de Segóbriga y continuando en dirección a Villamayor de Santiago, pudimos conocer de cerca su también espléndida iglesia y plaza contigua que le otorga un especial y quizá único atractivo. La carencia vino motivada por la falta de lugares al paso para saciar nuestra creciente sed y continuando con la ruta logramos finalmente solazarnos en un acogedor parque con kiosko en Villanueva de Alcardete, lugar de vinos y cuevas espumosos, donde dimos por finalizado el recorrido turístico antes de llegar finalmente a nuestro domicilio.





Justo López Carreño

Mayo de 2021

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