Artículos año 2013 Pako

El pasado 1 de noviembre de 2013, mi amigo y compañero Francisco Abengózar Agudo, Pako, cumplió la edad de jubilación voluntaria para los funcionarios docentes. Con este motivo amigos y familiares le tributamos un pequeño homenaje correspondiendo a su invitación en el restaurante "El Mandil" en Tres Cantos (Madrid) del que es copropietario. Las siguientes palabras se las dediqué al finalizar la comida como testimonio de mi amistad.

Recientemente nuestro hijo Héctor, a propósito de una opción laboral ante la que tenía que decidirse, nos dio una definición muy acertada de lo que es el destino diciendo que es el resultado de las decisiones que se hayan tomado anteriormente. El destino de aquel jovencito desgarbado que me llevaba un año de edad y que había cursado el último año de bachiller en los trinitarios de Alcázar, antes de seguir el Preu en el Instituto, y del que yo me acordaba por ese paso fugaz por mi colegio de toda la vida, se iba a mezclar con mi trayectoria formativa y humana a partir de ese momento para después volver a separarnos profesionalmente pero manteniendo siempre el afecto, la cercanía y la alegría del nuevo encuentro cuando se produce.

Teníamos poco más de quince años cuando inaugurábamos como alumnos la nueva Escuela Normal de Magisterio “Pedro Poveda” de C. Real. Como un símbolo trágico de lo que ocurre en este país, no tardaron en aparecer la primeras grietas en las ventanas y las primeras goteras en un gimnasio que tuvo que cerrarse para acometer las primeras reformas obligadas. Pako y yo nos buscábamos en la clase en la que el orden de lista nos hizo coincidir el primer año aunque luego nos separase en el segundo. Recuerdo que bajo el peso formal e ideológico de la institución Teresiana que envolvía el funcionamiento de la Escuela, nosotros, chicos de pueblo recién salidos del cascarón familiar, vivíamos ajenos a cualquier reflexión crítica y dábamos por bueno el modelo que se nos imponía y que debíamos transmitir a las próximas generaciones.

Tanto es así que cualquier motivo de alegría: una buena nota en un examen, un día de vacaciones inesperado,, etc., lo celebrábamos recorriendo la Calle de La Mata que era la salida natural por carretera hacia Alcázar y, por tanto, la convertíamos en signo de identidad patrio y de añoranza de nuestro poblado. Pero cuando se reforzaron definitivamente los vínculos de amistad fue el tercer año y último de la carrera, cuando decidí abandonar mi estancia en el Colegio Menor El Doncel y alojarme junto a Pako en casa de sus tíos Gregorio y Josefa, en la que permaneceríamos en régimen de pensión familiar.

Cuando se comparten mesa y habitación a diario y se hace desde el respeto y la aceptación de las diferencias es difícil que no cuaje una buena amistad. Siempre recordaré que a Pako yo le servía de distensión ante sus tíos con los que seguía mostrándose tímido y retraído. Por ejemplo, él solía gastarme la broma frecuente de llenarme el vaso de agua hasta el borde para así ponerme nervioso si se derramaba y de ese modo compensar sus malos ratos cuando en su plato caía algún ajo o cebolla a los que tenía verdadera aversión. Y así transcurrió un curso especial, inolvidable, en el que además, el amor, encarnado en su Enriqueta, entró en su vida para no salir ya de ella. Progresivamente fue relegando todo y a todos a un segundo plano para ponerla a ella como centro de sus preferencias. Tanto es así que yo renunciaba en bastantes ocasiones a las dos entradas del Cine Castillo que me daba mi tutor de prácticas, Don Arturo, para cedérselas a la pareja de enamorados.

Cuando terminó ese curso y con él la carrera de Magisterio, ambos inicimos caminos diferentes. Pako tuvo que preparar oposiciones y yo, que había obtenido acceso directo, me marché a ocupar mi destino estatal. Luego Pako dio el gran salto y decidió buscar la aventura francesa. Estoy convencido que eso lo transformó para bien en otra persona: decidido, crítico, agnóstico, aventurero, emprendedor de nuevos y valientes retos… Pero para lo que nos importa, nuestra amistad, los cimientos ya estaban puestos y el paso del tiempo nos ha demostrado que están siendo sólidos.

No quiero extenderme más pues son numerosas las ocasiones que más adelante hemos podido compartir: estancias en Lyon, excursiones, veladas y un largo número de encuentros ocasionales, pero si de todo ello tuviera que elegir alguno, me quedaría con el viaje hasta Estambul durante nuestra luna de miel a bordo de aquel Peugeot francés que tan buen juego le dio y que supuso una prueba de fuego para la convivencia durante veinte días con múltiples anécdotas e incidencias, al término de las cuales los cuatro supervivientes vimos reforzados nuestros lazos afectivos de una manera entrañable y a pesar de Turi. En estos años, Pako nos ha hecho amigos de sus amigos y familia de su familia y ahora que inicia un nuevo estado social, libre de cargas laborales o eso suponemos, esperemos reencontrarnos y hacer alguna escapadita aunque sea a… Estambul.

¡¡¡ Muchas felicidades, AMIGO PAKO ¡!!!

Tres Cantos (Madrid) a 1 de Noviembre de 2013
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