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Artículos año 2009
El pasado puente festivo de San José nos desplazamos al norte, concretamente a Castro Urdiales, la preciosa localidad cántabra, ahora sometida a las tropelías especuladoras de los constructores que han desdibujado en escasos años uno de los paisajes más bellos de nuestra costa. Pues bien, en esta población, hospedados en casa de nuestros entrañables amigos Pako y Enriqueta, disfrutamos de varios días de inapreciable descanso, paseos reconfortantes a la orilla del mar, buenas viandas y un estupendo vino de Rioja, sin olvidar la empanada y las anchoas de Santoña, a las que no es preciso publicitar. Pero el colofón de todo este escenario de sugerentes motivaciones lo tuvimos asistiendo en el Teatro Arriaga de Bilbao a una representación espléndida de ballet que hizo las delicias de cualquier espectador sensible. Se trataba del Ballet de la Ciudad de Sao Paulo, dirigido por Mônica Mion, que puso en escena tres magníficas coreografías interpretadas por su cuadro de bailarines, que más se acercan al perfil atlético que al propiamente artístico. Toda una exhibición de expresión corporal, dominio estético y adecuación sincronizada a los ritmos de fondo. El primer cuadro titulado Canela Fina sobre una coreografía de Cayetano Soto funde en la escena la potencia atlética desnuda bajo un ritmo frenético y todo embadurnado por ese tono canela de los colores y hasta de los sabores, transmitidos al público entre la nebulosa del humo artificial que invade el escenario y las gradas creando una atmósfera envolvente hasta casi embriagar. Canela Fina recalca el arte de bailar como la forma de comunicación no-verbal más sofisticada. Tras un amplio descanso de veinte minutos que nos permitió recorrer los estupendos pasillos interiores del Arriaga y las zonas dedicadas al relax del público entre actos, se reanudó la representación con otra coreografía titulada Dualidade@br sobre coreografía de Gagik Ismailian y fondo musical de los emotivos fados cantados por Amalia Rodrigues. El ambiente se hizo cada vez más intenso llegando a momentos de verdadero éxtasis, donde se mezclan ansiedad y melancolía sobre una alusión constante al amor. De nuevo amplio descanso y nuevo recorrido por las interioridades del Teatro, verdadera joya de la ciudad, que además une la leyenda de sus reconstrucciones, la primera tras un incendio en 1914 que lo redujo casi a cenizas y después, una riada inesperada en 1983, que inundó sus bajos y obligó a remozarlo casi por completo. Fue reinaugurado en 1986. El cuadro final, titulado A Linha Curva, sobre coreografía de Itzik Galili es un impresionante juego de percusiones, ritmos y movimientos, sincronizados de manera admirable y hasta asombrosa por su perfecta ejecución por parte de los bailarines-atletas que interpretan la música de los percusionistas holandeses Percossa. Ciertamente si la música hubiese sido directa, es decir, con los músicos e instrumentos de percusión en directo, el resultado hubiera sido sublime, si bien la calidad del sonido y las condiciones acústicas del local no desmerecen en absoluto. Al final nos fotografiamos en el espléndido marco, ya vacío de público, y conversamos amigablemente con una de las bailarinas que salió hasta el vestíbulo ávida de recoger las primeras impresiones sobre la actuación. ¡Maravillosa! @ Justo López Carreño. Abril 2009. |
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